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Actualidad Argentina — Información y análisis nacional

Enfriamiento en sectores clave complica la recuperación de la actividad económica

Los últimos datos disponibles sobre el nivel de actividad en la Argentina muestran que varios de los sectores que habían ayudado a evitar una recesión técnica empiezan a perder impulso. Indicadores de la industria automotriz, el complejo agroexportador y ramas vinculadas a la producción metalúrgica reflejan un enfriamiento que contrasta con el avance de la intermediación financiera, lo que reaviva el debate sobre el equilibrio entre economía real y negocios financieros.

En septiembre, el estimador oficial de la actividad económica registró un avance respecto del mes anterior que permitió dejar atrás, por el momento, el riesgo de encadenar dos trimestres consecutivos de caída. Sin embargo, la información más reciente sugiere que parte de ese repunte respondió a factores puntuales y que, pasadas las elecciones y el ajuste monetario de los últimos meses, la dinámica se volvió más heterogénea entre sectores.

Uno de los casos más visibles es el del mercado automotor. En noviembre, el patentamiento de vehículos cero kilómetro se ubicó por debajo de los registros de los meses previos y mostró una baja interanual. Aunque a primera vista el dato contrasta con el fuerte rebote que el sector había mostrado a lo largo del año, especialistas recuerdan que hacia fin de año muchos compradores suelen postergar la decisión de compra para inscribir el vehículo con modelo del año siguiente, lo que introduce un componente estacional en las estadísticas.

Más allá de ese comportamiento habitual, las empresas del sector advierten que el encarecimiento del crédito, las mayores exigencias para acceder a planes de financiación y la incertidumbre sobre la evolución de los ingresos reales empiezan a moderar la demanda. Los concesionarios señalan que la consulta de potenciales compradores se mantiene activa, pero el cierre efectivo de operaciones se demora frente a tasas de interés todavía elevadas y a la perspectiva de nuevos ajustes de precios.

El complejo agroexportador también atraviesa un cambio de ritmo. Luego de un septiembre en el que se anticiparon ventas para aprovechar mejores condiciones cambiarias, en noviembre el ingreso de divisas del sector se ubicó en niveles históricamente bajos para ese mes. En la comparación con el mismo período del año pasado, la liquidación de exportaciones cayó con fuerza, en parte porque buena parte de la cosecha ya se había comercializado en el tramo anterior.

Esa combinación de adelanto de operaciones y menor flujo reciente de dólares genera un escenario más ajustado para el Banco Central, que busca sostener la calma cambiaria y recomponer reservas al mismo tiempo. Las compras de divisas en el mercado oficial dependen en buena medida de la oferta del agro, por lo que la merma de noviembre obliga a monitorear con cuidado la próxima campaña y la disponibilidad de saldos exportables en 2026.

En paralelo, los indicadores sectoriales difundidos por organismos oficiales y privados muestran un comportamiento dispar dentro de la industria. La producción automotriz, la fabricación de maquinaria agrícola y algunos segmentos metalúrgicos registraron retrocesos en los últimos meses, mientras que otros rubros asociados a la construcción, como el consumo de cemento y los materiales para obras privadas, mostraron señales de mayor dinamismo.

Las estadísticas vinculadas a la construcción se convirtieron en uno de los pocos focos de impulso de la actividad. El aumento en el despacho de insumos básicos y el repunte de indicadores compuestos del sector se asocian a proyectos que habían quedado pendientes en años anteriores, a la ampliación de viviendas y a obras de infraestructura que se ejecutan a nivel provincial y municipal. De todos modos, analistas remarcan que esta mejora continúa siendo frágil y muy dependiente del acceso a financiamiento y de la estabilidad del tipo de cambio.

El panorama se completa con una expansión más marcada en la intermediación financiera. El crecimiento de los préstamos y depósitos, el aumento de las comisiones bancarias y la valorización de activos en pesos generaron una contribución significativa de este sector al desempeño global de la economía en los últimos meses. Para parte del mundo empresario y académico, este desbalance entre la rentabilidad financiera y la actividad productiva plantea interrogantes sobre la sustentabilidad del modelo de crecimiento.

Desde el punto de vista macroeconómico, el Gobierno había apostado a que la combinación de menor inflación, cierta estabilidad cambiaria y señales de orden fiscal alentara una recuperación gradual de la demanda interna. Los datos recientes sugieren que ese proceso enfrenta obstáculos: el consumo masivo sigue condicionado por la pérdida de poder adquisitivo acumulada en los últimos años, mientras que la inversión privada responde con cautela ante la incertidumbre sobre la demanda futura y el costo del financiamiento.

En este contexto, el comportamiento del mercado laboral se vuelve un elemento clave. Una desaceleración prolongada en ramas intensivas en empleo, como la industria manufacturera, la construcción y el comercio, podría trasladarse a la creación de puestos de trabajo y a la calidad del empleo. La aparición de señales de fragilidad en estos sectores obliga a seguir de cerca los próximos datos oficiales de actividad y empleo, que permitirán evaluar si se trata de una pausa transitoria o de un cambio de tendencia más profundo.

Economistas consultados coinciden en que, para consolidar una recuperación sostenible, resultará necesario que el crecimiento se apoye en una base productiva más amplia y no sólo en la intermediación financiera. Enfatizan que la mejora de la competitividad, la estabilidad de reglas de juego para las empresas y una política de crédito orientada a la inversión serán componentes centrales para que la economía real retome un sendero de expansión en los próximos meses.

Mientras tanto, la agenda oficial deberá combinar el objetivo de acumular reservas con la necesidad de evitar un freno excesivo de la actividad. El desafío consiste en sostener la calma cambiaria sin asfixiar a los sectores que generan empleo y producción. De cómo se resuelva esa tensión dependerá en buena medida la percepción de los mercados, la confianza de los hogares y la trayectoria de la economía argentina en la entrada de 2026.

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