Alerta en el Río de la Plata: advierten que una de cada dos playas podría desaparecer a fin de siglo
Un nuevo llamado de atención sobre el futuro del Río de la Plata y del litoral atlántico del Cono Sur volvió a encender alarmas entre especialistas y autoridades. Investigadores que trabajan desde hace años en la dinámica de las costas advirtieron que, de mantenerse la combinación de ascenso del nivel del mar, expansión urbana y presión turística, hasta una de cada dos playas de Argentina, Uruguay y Brasil podría desaparecer hacia finales de este siglo.
La advertencia fue presentada en un encuentro científico regional realizado en Montevideo, donde se discutieron los últimos estudios sobre erosión costera y compresión del litoral. El concepto de “compresión costera” describe la pérdida de espacio entre el mar y las infraestructuras construidas por el ser humano, un fenómeno que se agrava cuando se urbanizan las dunas, se avanzan edificaciones sobre la línea de costa y se intensifica el tránsito de personas y vehículos en áreas sensibles.
De acuerdo con los trabajos expuestos, la región ya muestra señales claras de este proceso. En sectores del Río de la Plata y de la costa atlántica argentina se registran retrocesos sostenidos de la línea de playa, pérdida de ancho útil para el uso recreativo y deterioro de los ecosistemas que funcionan como barrera natural frente a temporales y sudestadas. Al mismo tiempo, el aumento del nivel medio del mar y la mayor frecuencia de eventos extremos generan escenarios de mayor riesgo para viviendas, caminos y servicios ubicados cerca del litoral.
Los especialistas remarcan que el problema no se limita a la arena visible donde se instalan carpas y sombrillas en temporada de verano. La playa es parte de un sistema más amplio que incluye la duna, la franja intermareal y la zona de rompiente. Cuando se desmontan las dunas para construir edificios, se rellenan humedales o se canalizan cursos de agua que desembocan en el río, se altera la circulación natural de sedimentos y se debilita la capacidad de la costa para amortiguar el impacto de las olas y las crecidas.
En los estudios comparativos presentados en el encuentro se analizaron decenas de playas de la región. Los resultados muestran que la presión urbana y turística tiene efectos inmediatos sobre la biodiversidad y la biomasa en el área sumergida, por debajo de la línea de agua. La limpieza mecánica de la arena, el tránsito de vehículos sobre la playa y la instalación de infraestructuras permanentes no sólo modifican el paisaje, sino que reducen la variedad de especies y favorecen la presencia de organismos oportunistas que prosperan con el aporte de residuos y materia orgánica.
El panorama se vuelve especialmente delicado en el Río de la Plata, donde conviven grandes centros urbanos, puertos, industrias, balnearios y áreas de alto valor ecológico. En la costa argentina, localidades balnearias del sur del conurbano bonaerense y distintos puntos de la costa atlántica ya registran conflictos entre el avance de la urbanización, la necesidad de proteger viviendas y comercios, y la obligación de preservar los ecosistemas costeros que sostienen la actividad turística y pesquera.
Los expertos señalan que una de las claves para revertir la tendencia es recuperar el rol de las dunas como defensa natural. Estas formaciones funcionan como un “colchón” que absorbe parte de la energía de las tormentas y de las sudestadas; cuando se las elimina o se las fija con construcciones rígidas, el oleaje se descarga con más fuerza contra las estructuras humanas y acelera la erosión. La recomendación es evitar nuevos avances de edificaciones sobre la primera línea de costa y planificar reubicaciones graduales de infraestructuras en áreas de alto riesgo.
Otro de los puntos abordados es la necesidad de ordenar el uso turístico. Los estudios muestran que la cantidad de visitantes y la intensidad del uso recreativo influyen directamente en la salud de las playas y de su fauna, en especial en la zona subacuática. Por eso, los especialistas proponen definir cupos en los sectores más sensibles, restringir el tránsito motorizado sobre la arena, limitar la construcción de nuevos paradores y regular con mayor rigor la forma en que se realizan las tareas de limpieza durante la temporada alta.
Las advertencias no se limitan al plano ambiental. El deterioro de las playas tiene consecuencias económicas y sociales concretas. La pérdida de superficie utilizable afecta la oferta turística, encarece las obras de defensa costera y pone en riesgo viviendas, comercios y servicios que generan empleo en las localidades ribereñas. A la vez, la desaparición de áreas de desove y cría para distintas especies impacta sobre la pesca artesanal y sobre los recursos de los que dependen muchas familias.
Frente a este escenario, los científicos plantean que la respuesta no puede quedar en manos de una sola jurisdicción. El Río de la Plata y la franja atlántica del sur de Brasil, Uruguay y Argentina comparten procesos físicos y ecológicos, por lo que la planificación de largo plazo requiere coordinación entre países, provincias y municipios. Esa cooperación debería traducirse en planes integrados de manejo costero, monitoreo permanente, intercambio de datos y definición de zonas donde la prioridad sea la conservación.
En el caso argentino, distintas organizaciones vienen reclamando desde hace años la elaboración de una estrategia nacional de adaptación al cambio climático específica para las costas, que incluya protocolos sobre dónde construir, cómo proteger áreas naturales clave y qué criterios aplicar cuando se evalúan nuevos desarrollos inmobiliarios en primera línea de playa. También piden que los estudios de impacto ambiental se vuelvan obligatorios y vinculantes para todos los grandes proyectos sobre el litoral.
Los especialistas que participaron del encuentro en Montevideo coinciden en que todavía hay margen para evitar los escenarios más extremos, pero advierten que cada año sin medidas concretas aumenta los costos económicos y ecológicos. La combinación de una política de ordenamiento territorial más estricta, inversiones en soluciones basadas en la naturaleza y campañas de concientización dirigidas a turistas y residentes aparece, según los técnicos, como la base de cualquier estrategia seria para proteger las playas del Río de la Plata y del Atlántico Sur.
En síntesis, la señal que envían los científicos es clara: si no se modifican las tendencias actuales, la región podría perder una porción significativa de su frente costero de aquí a fin de siglo. En cambio, si se actúa con planificación y coordinación, la misma franja litoral que hoy está en riesgo puede convertirse en un ejemplo de adaptación y de desarrollo sustentable para el Cono Sur.
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