El FMI reclama a la Argentina una acumulación de reservas más ambiciosa
El Fondo Monetario Internacional volvió a poner la mira sobre la economía argentina y, en particular, sobre el ritmo de acumulación de reservas del Banco Central. En su última comunicación pública, el organismo sostuvo que el país necesita avanzar con políticas monetarias y cambiarias más ambiciosas para reforzar sus colchones financieros y recuperar el acceso pleno a los mercados internacionales de crédito.
El planteo se conoce en un contexto en el que el Gobierno busca consolidar su programa de estabilización mientras enfrenta presiones sociales por la inflación, la recesión y el deterioro del salario real. La administración de Javier Milei considera que el ordenamiento fiscal y la reducción del déficit son la base para normalizar la economía, pero el FMI advierte que ese esfuerzo debe complementarse con una estrategia más decidida para fortalecer las reservas internacionales y así reducir la vulnerabilidad externa del país.
Según explicó la vocería del organismo, la acumulación de reservas es clave para que la Argentina pueda amortiguar eventuales shocks financieros, moderar la volatilidad cambiaria y mejorar la confianza de los inversores. Para el Fondo, un nivel más elevado de activos en moneda extranjera no sólo da margen para enfrentar tensiones puntuales, sino que también contribuye a bajar el riesgo país y abaratar el financiamiento para el sector público y el sector privado.
En ese marco, el organismo mencionó la necesidad de combinar una política monetaria consistente con las metas de desinflación y un esquema cambiario que evite atrasos que puedan minar la competitividad. Si bien el Gobierno insiste en que la disciplina fiscal es la prioridad y que no habrá saltos bruscos del tipo de cambio, el FMI sugiere que la estrategia global debe evaluar eventuales ajustes adicionales, siempre dentro del marco del programa vigente, para acelerar el ritmo de recomposición de reservas.
Otro punto que aparece en la agenda de discusión es el rol de las líneas de crédito y de los acuerdos de swap en la contabilización de las reservas. El Fondo adelantó que analizará el tratamiento de un swap por 20.000 millones de dólares otorgado por Estados Unidos a la Argentina para determinar si puede computarse, y en qué medida, como parte de los activos externos del país. Lo que finalmente se decida quedará plasmado en el próximo informe técnico sobre el programa argentino y puede influir en la evaluación del cumplimiento de las metas cuantitativas.
El Gobierno, por su parte, busca mostrar señales de cumplimiento de los compromisos asumidos y de continuidad del rumbo económico. En las últimas semanas, funcionarios del área económica reiteraron que no se desviarán de los objetivos de equilibrio fiscal y que se seguirá avanzando en la eliminación gradual de los controles cambiarios. Al mismo tiempo, remarcan que se está trabajando en un paquete de medidas para fomentar el ingreso de inversiones, mejorar el perfil exportador y, de ese modo, generar divisas genuinas que permitan reforzar las reservas sin depender exclusivamente del endeudamiento.
La discusión con el FMI se da en paralelo a la evolución de las cuentas externas. Luego de la fuerte sequía de años previos, el complejo agroexportador comenzó a recuperar volúmenes de producción y embarques, lo que representa una mejora en la oferta de dólares comerciales. Sin embargo, la necesidad de afrontar pagos de deuda, importaciones de energía y compromisos con organismos internacionales mantiene elevada la demanda de divisas, y el saldo final de la balanza de pagos continúa bajo la lupa de los analistas.
Los mercados financieros siguen con atención cada señal que surge de la relación entre la Argentina y el Fondo. Un informe favorable, que destaque avances en la consolidación fiscal y en la acumulación de reservas, podría aliviar la percepción de riesgo y abrir una ventana para que el país retome, al menos parcialmente, el acceso al crédito externo. Por el contrario, un diagnóstico que muestre desvíos significativos respecto de las metas acordadas podría traducirse en mayor presión sobre el tipo de cambio financiero y en un encarecimiento de las condiciones de financiamiento.
En el frente interno, el debate sobre el rol del FMI y las características del programa de asistencia vuelve a dividir opiniones. Sectores críticos del organismo sostienen que las exigencias de consolidación fiscal y de ajuste monetario tienen un impacto social regresivo y reclaman una revisión de las metas para amortiguar las consecuencias sobre el empleo y el poder adquisitivo. Desde el Gobierno, en cambio, se insiste en que el acuerdo es una herramienta para ordenar una situación heredada de fuerte desequilibrio macroeconómico y que el camino de la corrección es inevitable para salir del estancamiento.
Más allá de las posiciones políticas, el diagnóstico compartido por buena parte de los especialistas es que el margen de maniobra del país es limitado. La elevada inflación acumulada, el historial de incumplimientos y el bajo nivel de reservas propias obligan a combinar prudencia en el manejo de las cuentas públicas con una estrategia clara para reconstruir la confianza. En ese esquema, la negociación con el FMI, la dinámica de las reservas y la evolución del tipo de cambio serán factores determinantes para el rumbo de la economía argentina en los próximos meses.
En lo inmediato, el calendario marca una nueva revisión del programa antes de fin de año, instancia en la que se evaluará el cumplimiento de las metas y se definirán los pasos a seguir. De cómo lleguen las reservas a esa instancia, y del grado de alineamiento entre las políticas oficiales y las recomendaciones del Fondo, dependerá buena parte de la capacidad del país para estabilizar su economía y comenzar a transitar un sendero más previsible de crecimiento y financiamiento sostenible.
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