El incendio forestal que se mantiene activo en la zona de El Turbio, en cercanías de Lago Puelo (Chubut), volvió a concentrar un despliegue ampliado de recursos provinciales y nacionales. El objetivo inmediato es contener los frentes más dinámicos, limitar los rebrotes y sostener líneas de defensa en un terreno complejo, con vegetación combustible y accesos difíciles en sectores de montaña.
Según los partes operativos difundidos por autoridades provinciales, el siniestro comenzó a inicios de mes y, desde entonces, el dispositivo de combate se reforzó de manera progresiva de acuerdo con el comportamiento del fuego. La hipótesis principal sobre el origen lo vincula con la caída de un rayo, un patrón frecuente en episodios de tormentas secas en la cordillera patagónica cuando coinciden altas temperaturas, baja humedad y vientos que rotan con rapidez.
En el balance de afectación, las estimaciones más recientes ubican la superficie comprometida en el orden de las 3.000 hectáreas de matorral y bosque nativo. En la práctica, la cifra puede ajustarse con el correr de los días porque el humo y la orografía condicionan la observación aérea y la confirmación por recorridas terrestres. En varios puntos, esas recorridas exigen marchas prolongadas a pie, apertura de senderos de seguridad y trabajo manual sobre el borde del incendio, donde el combustible —hojarasca, ramas secas y sotobosque— favorece reactivaciones si el viento gana intensidad.
El operativo reúne a brigadistas de distintas bases de la región —Golondrinas, Lago Puelo, El Turbio, Cholila, El Maitén y Epuyén— además de personal de apoyo logístico, bomberos, operadores de maquinaria y equipos técnicos. La coordinación general permanece bajo la órbita de la Secretaría de Bosques de Chubut, y se integra un esquema de cooperación con recursos del Servicio Nacional de Manejo del Fuego. También participan cuadrillas vinculadas al sistema de Parques Nacionales y equipos de combate y apoyo de jurisdicciones vecinas, con intercambio de información, transporte de insumos y tareas simultáneas en diferentes sectores del perímetro.
Uno de los factores más determinantes de las últimas jornadas fue la dificultad para el trabajo aéreo. La presencia de humo denso y capas de baja visibilidad limita la operación segura de helicópteros y aviones hidrantes, que dependen de referencias claras, alturas de seguridad y corredores de vuelo definidos. Cuando esos medios se reducen o se retiran, la estrategia se apoya con mayor peso en el avance terrestre: equipos que ingresan con herramientas manuales, mochilas de agua, motobombas y líneas de mangueras. En ese escenario, la construcción de líneas suele ser más lenta y demanda coordinación fina entre cuadrillas.
En este tipo de emergencias, el control efectivo no se mide solo por “apagar” llamas visibles, sino por la capacidad de evitar que el fuego cruce barreras naturales o artificiales, avance hacia sectores poblados o se reactive con cambios de viento. Por eso, incluso cuando algunos tramos muestran menor actividad, el trabajo continúa sobre el perímetro: enfriamiento, remoción de material combustible, consolidación de cortafuegos y detección de brasas profundas en troncos, raíces y cavidades del suelo. Es un trabajo clave para reducir la intensidad general y para evitar que el incendio “salte” a zonas ya trabajadas.
Las consecuencias ambientales y sociales del episodio empiezan a sentirse en la región cordillerana. La afectación de bosque nativo implica pérdidas de biodiversidad y degradación de suelos, con riesgos posteriores asociados a erosión y escorrentías si se registran lluvias intensas en los meses siguientes. En lo inmediato, el humo impacta sobre la calidad del aire en localidades cercanas, con mayor sensibilidad en personas con afecciones respiratorias, adultos mayores y niños. También se registran alertas para la conducción en rutas y caminos por posibles bancos de humo y reducción de visibilidad.
El episodio se inscribe, además, en un contexto de prevención reforzada para el verano. En los últimos días, la autoridad nacional de áreas protegidas comunicó la prohibición de uso del fuego en cinco parques nacionales de la Patagonia norte —Lanín, Nahuel Huapi, Los Arrayanes, Lago Puelo y Los Alerces— ante condiciones meteorológicas consideradas de alto riesgo. La lógica de estas disposiciones es directa: cuando el índice de peligrosidad es elevado, cualquier fogón, quema de residuos o descuido puede derivar en un foco difícil de contener. En ambientes con vegetación seca y vientos variables, una ignición pequeña puede escalar en cuestión de horas.
En términos operativos, la prioridad en El Turbio se mantiene en tres frentes: proteger infraestructura y viviendas, sostener el abastecimiento logístico de las cuadrillas y cerrar el perímetro mediante líneas de control consolidadas. La tarea alterna momentos de alta intensidad —cuando el viento empuja la cabeza del incendio o provoca saltos de foco— con períodos de trabajo sostenido orientados a enfriar el borde, asegurar líneas y vigilar puntos críticos. El despliegue de más de un centenar de personas y varios medios aéreos, cuando las condiciones lo permiten, busca evitar que el incendio se acerque a áreas pobladas o a zonas de alto valor ambiental.
Las autoridades recomiendan a la población mantenerse atenta a los canales oficiales, respetar restricciones de acceso en áreas afectadas y evitar cualquier actividad que pueda generar chispas o ignición, desde fogones hasta el uso de herramientas que produzcan calor. En zonas con humo, se aconseja reducir la exposición al aire libre, cerrar aberturas durante los picos de concentración, ventilar de forma controlada cuando las condiciones lo permitan y priorizar la consulta médica ante síntomas persistentes. También se solicita extremar la prevención en toda la región para reducir el riesgo de nuevos focos.